Archivos para el día de: agosto 23, 2007

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«Esa pajarera enloquecida que es la calle Orense, en los largos atardeceres primaverales, con bandadas de niños que ríen, gritan, lloran, juegan… llenando de vida y alegría nuestro distrito. Esa plaza de Galicia, de cruceiro airoso y el césped más primorosamente cuidado de toda la provincia, fueron en otros tiempos no lejanos, la fábrica de gas.»

Comprender la evolución y la historia de una ciudad es una actividad que puede realizarse analizando muchos aspectos distintos: sociales, culturales, urbanos… muchos de ellos se entrelazan íntimamente, hasta el punto de que unos no se dan sin los otros.
Pues bien, un apartado vital para la historia y el desarrollo de Alicante fue la creación de sus infraestructuras más esenciales, que fueron posibilitando su crecimiento, como la llegada del abastecimiento de agua potable, la luz eléctrica, o lo que nos ocupa ahora: el Gas, una fuente de energía vital a principios del Siglo XX, y cuya central se ubicó en las afueras del conjunto urbanizado entonces, terrenos que hoy se encuentran en pleno centro.
La revolución del gas intervino tanto en el desarrollo urbano y de la vivienda como en el social y legal: fue quizá fue el primer sector de inversión intensiva en España; y sin duda, el primer servicio que llego a las calles y a las casas, obligando, prácticamente, a inventar el derecho concesional, o creando sociedades por acciones, antes de la primera ley de sociedades anónimas.
Este avance tuvo una gran proyección social: las calles se pudieron iluminar con buena intensidad (any gran facilidad, restando peligrosidad por los maleantes nocturnos a las calles, y facilitando el trasiego a las primeras horas del día y la noche. Además, las viviendas pudieron comenzar a calentarse por calefacción, evitando las el humo y la necesidad de acopiar leña (a aquellos afortunados que podían disponer de este sistema…).
No sólo trajo mejoras directas, sino que propició la inversión en infraestructuras (desarrollo del puerto, de las carreteras, del ferrocarril, puestos de trabajo…) de las que se benefició toda la ciudad.

Exterior de la Fábrica de Gas. Se aprecia la chimenea, el depósito de Gas y toneles acumulados.

Dos imágenes del interior de la fábrica de Gas.

En España comenzó la industria del gas en Barcelona en 1843 con la constitución de la Sociedad Catalana del Alumbrado por Gas para alumbrar con gas producido a partir de la destilación de la hulla, las calles y plazas, pero también los domicilios particulares y los comercios.
Hubo unas cien fábricas de gas en toda España, que incluso después rivalizaron con la primera electricidad, pero inevitablemente, fueron desapareciendo progresivamente con el avance de la instalación de tendidos eléctricos y la producción energética, reduciéndose sus funciones a las de uso doméstico en cocinas y calefacciones.
Hasta los años sesenta del siglo XX, las fábricas de gas utilizaron el carbón como materia prima (con la consiguiente contaminación y suciedad que esto aportaba a la población cercana dentro delas ciudades). Posteriormente lo obtuvieron destilando nafta, un derivado ligero del petróleo.
Ya en 1969, comenzaron a llegar cargamentos de Gas Natural a España, también por Barcelona, de la mano de Catalana de Gas, S.A. y Exxon, inaugurando una nueva era, de gran expansión

Detalle de un plano callejero de Alicante de 1913 donde se aprecia el emplazamiento de la factoría.

La industria del gas en Alicante empieza en 1857 de la mano del Marqués de Salamanca, después pasara por una larga etapa francesa con la Compañía General de Crédito en España, y luego, la Compañía Madrileña de Alumbrado y Calefacción por Gas, hasta la aparición en 1923 de Gas Alicante, S.A. que explotará la fábrica, de producción de gas a partir de carbón, realizándose el cierre definitivo en 1961.

Resaltado en amarillo: ubicación de la Fábrica del Gas.

Esta vital instalación civil (en rojo) fue claramente objetivo de los bombardeos en la Guerra Civil (puntos negros=explosiones)

Fotografía aérea de 1956, cuando la fábrica seguía en funcionamiento y el tren circulaba todavía por la actual Avenida de Eusebio Sempere.
Imagen del entorno ya urbanizado en el año 1978: la fábrica se ha desmantelado, se han construido los edificios y las plazas, y Óscar Esplá ha sustituido al antiguo barranco.
Estado actual del conjunto (fotografía del año 2006).

La denominada «Fábrica del Gas» se ubicaba en el extremo Sur del recientemente proyectado Ensanche de Alicante, rodeada de fábricas y almacenes, y ubicada frente a una refinería de Petróleo. Estaba muy próxima al Puerto, y frente a ella pasaba el ramal ferroviario de mercancías que conectaba el Puerto, la Estación de Ferrocarriles Andaluces (Benalúa) y la Estación de trenes de Madrid (MZA).

El día 14 de abril de 1861 se inauguró el servicio público de alumbrado. El acontecimiento fue celebrado con grandes fiestas populares, bandas de música recorrían la ciudad entre tracas y cohetes, quedaban atrás los tiempos del petróleo y el aceite, porque ya, desde Carlos III, que en 1780 autorizó la instalación de 470 faroles triangulares, que eran atendidos por los vecinos «para evitar los desmanes e incidentes que producían ciertos individuos amparados en la absoluta oscuridad», Alicante contaba con luz en sus calles para no «tindre que anar a fosques» o «a la llum del cresol» para salir de casa, por aquello de los incidentes y desmanes.

Durante el siglo en que la fábrica dio servicio de gas, hubo muchos cambios: en 1907 se modernizaron y ampliaron sus instalaciones, de la primera sociedad holandesa que la construyó, pasó a ser de la Compañía Madrileña de Alumbrado, y más tarde en 1923 ya se llamó Gas Alicante, hasta el momento de su desaparición.
La fábrica estuvo tan alejada del núcleo habitado, que las familias -armándose de valor- hacían excursiones y «berenaban pel camí» mientras comentaban los inventos de la época, tales como la luz eléctrica, que tímidamente empezó a funcionar en 1896 y se instaló totalmente en 1902.

El ferrocarril que venía del puerto, para enlazar con la estación de Murcia, tenía un ramal que iba a la estación de Madrid, entrando en ella por la esquina de lo que ahora es la Avenida de Salamanca con Avenida de Aguilera y que, por dentro del bloque comprendido entre Óscar Esplá y Churruca, cortaba con un paso a nivel con barrera, el tráfico de Reyes Católicos, y por ende la vía del tranvía que iba a Benalúa (siendo este el motivo de crítica de la primera y famosa Hoguera de este distrito en el año 1928: Parada y Fonda).

Gasómetro con capacidad de 3.000m3 y 150 toneladas

Gasómetro desguazado en 1965

La actual Sociedad de Renta Inmobiliaria «Enrique Penedo S.A» se constituyó en Alicante el 28 de enero de 1923 con la denominación de Gas Alicante, S.A. y su fin social era la fabricación y venta de gas para alumbrado y fuerza motriz.
Con la llegada de nuevos medios energéticos se deja de fabricar gas y con el auge de la construcción en Alicante en los años 60, se cambia la denominación de la Mercantil y el fin social quedó de la siguiente manera «La Sociedad tendrá por objeto exclusivo la construcción y adquisición de fincas urbanas para su venta y/o explotación en forma de arriendo».

(En la imagen anterior, la calle Churruca esquina Eusebio Sempere en 1965)

Urbanización «El Parque» en proceso de construcción.

El Cruceiro presidiendo la Plaza Galicia en los años 70.


La fábrica se desmanteló por fin en 1956, al desaparecer las vías del tren. Fue tanta la alegría que los vecinos hicieron una hoguera y la quemaron «in situ». Nadie imaginaba entonces que aquella mole de hierro y el muro siniestro que la rodeaba pudiera llegar a ser una urbanización modelo, con espaciosas avenidas, aparcamientos, jardines, parque infantil, comercios, bancos, cafeterías, oficinas y varios consulados integrada con el Ensanche residencial de Alicante.

En 1965, se desguazó el gasómetro y comenzaron las obras de la urbanización «El Parque» por la empresa constructora «Pegama S.A.» cuyo promotor, don Enrique Penedo, un orensano emprendedor, entusiasta y gran trabajador, consiguió que se inaugurara la Plaza de Galicia, en abril de 1969, cediendo gratuitamente 6.700 metros cuadrados para vía pública.
Esta fantástica obra comprendía 25 edificios con calle particular, 460 viviendas, 54 locales comerciales con garaje subterráneo (reservándose locales comerciales en las plantas de sótano, plantas bajas y entreplantas para su explotación en régimen de alquiler) entre las calles Pintor Aparicio, Arzobispo Loaces, Churruca, Eusebio Sempere, Orense y Plaza de Galicia.

Los arquitectos fueron: don Miguel López González, don Juan Antonio García Solera, don Juan Antonio Jordá Juan, y los aparejadores: don Fernando Cortés Davó, don José Yarza de San Pedro, don Salvador Cuvertoret Lucas y don Ernesto Bovet Esteve.
Bendijo la urbanización el Padre Manuel Giner y fueron descubiertas las lápidas que dan nombre a la plaza y a la calle Orense. Para tal acontecimiento, se desplazaron desde las cuatro provincias gallegas los presidentes de sus diputaciones y tal cantidad de personalidades de toda España, que sería largo enumerar. Grupos artísticos y folklóricos, vistiendo sus trajes regionales, pusieron su personalísimo sello en los festejos, y como broche de oro, las cuatro provincias gallegas nos regalaron un cruceiro de 8 toneladas, esculpido en granito por el escultor vigués don Raúl Comesaña, que con sus 7 metros de altura se alza en la plaza dando la bienvenida a nuestros visitantes.

Pocos metros separaban el final del parque actual del muro que rodeaba el conjunto de edificios con un gigantesco gasómetro ubicado precisamente donde hoy está la calle Orense, y cuya capacidad de 150 toneladas y 3.000 metros cúbicos, dio servicio de gas durante 100 años justos a la ciudad.

Este gran espacio urbano fue objeto de un diseño pormenorizado para evitar la densificación excesiva (era una manzana inmensa) y lograr aportar un espacio de interés para la ciudad en pleno centro, muy carente de plazas y jardines.
La desmantelación de esta fábrica y las adyacentes, así como la retirada de la vía del tren (para desplazarla hasta San Gabriel) y la urbanización del Barranco de San Blas, dio lugar a un conjunto que hoy en día está integrado en pleno centro comercial y financiero de la ciudad: la Plaza Galicia (sobre la fábrica de gas), la Avenida Eusebio Sempere (sobre el trazado de la curva del ferrocarril) y la Avenida de Óscar Esplá (sobre el barranco).

La reaparición del servicio con un nuevo y moderno producto, el gas natural, se realizará a partir del anuncio en 1988 de Compañía Española de Gas, S.A., perteneciente al Grupo Gas Natural, de un importante plan de inversiones para conectar Alicante a los gasoductos de transporte españoles. Son casi 150 años de cambio social desde el primer alumbrado público en las calles, y hasta llegar al confort en los hogares y energía de calidad, disponible para todos los sectores de la economía.

Puedes ver dónde estaba la Fábrica de Gas en nuestro mapa de Panoramio.

Información extraída del libro: Una Historia del Gas en Alicante. (DIONISIO GARCÍA DE LA FUENTE)

Textos e imágenes por cortesía de de Enrique Penedo y Carmen Sáenz Aymami

>El siglo XVI no fue muy bueno para el Reino de Valencia.
¡Desde luego que no!
Comenzó con pestes, sublevaciones de «agermanats» y acabó con la expulsión de todos los moriscos.
El año 1520 fue especialmente horrible.
Una inmensa plaga de peste negra y una amenaza de desembarco de piratas berberiscos hizo temblar y tambalearse al propio Reyno de Valencia. Ocasión ni pintada para que los plebeyos desataran sus iras contra los nobles… eternos culpables de todo.
«La pompa de ellos conmovió gran parte de la gente plebeya a que se agermanase, y la fama de la nueva germanía corrió por todo aquel reyno».
La mayoría de las villas valencianas, entre ellas Cocentaina, se puso al lado de los «agermanats».
Pero, ¿y su bella virgen?
¿Con quién estaría?
Con el pueblo, por supuesto.
La Mare de Deu de Cocentaina lloró, como no podía ser de otra manera, junto a su pueblo.
Cuenta la leyenda, que la tabla dónde está la imágen de la Virgen fue pintada por el propio San Lucas.
¿Por qué no?
Y que fue un regalo del papa Nicolás V al primer conde de Cocentaina, Ximés Pérez de Corella, por su defensa de los Estados Pontificios contra Francesco Scorza.
Así sucedió el milagro: en la mañana del 19 de abril de 1520, Mossen Onofre Satorre halló el cuadro cubierto de lágrimas de sangre mortecina.
No una.
Ni dos.
Ni tres.
¡Veintisiete lágrimas!
La Virgen se ponía, de este modo, junto a los afectados por la peste.
Desde entonces, el pueblo la nombró patrona. Y la llamaron «La Mare de Deu del Miracle».
El 19 de abril, un año tras otro, Cocentaina sonríe a la Virgen.
27 «fogueretes» se queman delante del Convento de Clarisas que conserva la imágen.
Procesión, ofrenda de flores, desfiles y el «socarrat» dirigiendo la súplica al cielo.
¡Ay….!
¡Qué bonitas son las tradiciones!

>Continuación del artículo: Los Balnearios del Postiguet (I)
Los Balnearios del Postiguet (II)

«El baño de mar puede tomarse por gusto o por prescripción facultativa, lo cual quiere decir que es medicinal, por cuya razón, no se debe abusar de él permaneciendo demasiado tiempo en el agua o excesivamente poco, pues lo mismo en uno que en otro caso, puede perjudicar al que se baña; el tiempo de duración puede ser desde 15 minutos a una hora según explicación de algunos doctores, pero hay que tener en cuenta el temperamento de cada persona; las hay muy gruesas que pueden resistir la hora indicada, y las hay delgadas que sólo pueden resistir 30 minutos. Por esto nos atrevemos a indicar que siempre que tengan que bañarse en el mar, se aconsejen de un médico de la localidad. Única manera de evitar erupciones y malestar por efecto del baño, que por falta del consejo de la ciencia, en vez de encontrar mejora en el organismo, puede entorpecerse por algún tiempo y causar los consiguientes perjuicios al que tal suceda»

CONSEJOS PARA BAÑISTAS EN 1900. (Javier Aller y Vicente)

Alicante era desde el siglo XVII un aliciente de descanso estival. En el Boletín de la Provincia del 20 de julio de 1834 se anunciaba una invitación refrescante para bañarse: “en la casa de madera con tres divisiones suficientes cada uno para una familia, que está colocado al lado del Muelle, a un profundidad de agua proporcionada para todas las edades”.
Las primeras instalaciones de este tipo no estaban en el Postiguet sino en la parte del puerto, frente a lo que fue plaza de Abastos (actualmente la Casa Carbonell). El presbítero Vidal Tur sostenía que durante la primera mitad del siglo XIX se instalaron dos casetas fijas en la orilla y otras flotantes dentro del mar.
En 1863, la obra de un cronista local, Nicasio Comillo Jover, registraba el ambiente que se creaba en estío en Alicante: “En los meses de verano le dan mayor movimiento los numerosos viajeros que acuden a nuestras playas en busca de un mar bonacible y de un clima templado, los cuales encuentran en la bahía de Alicante siete establecimientos de baños los más cómodos de España, por sus excelentes condiciones, y por estar construidos dentro del agua, a mas de veinte metros de la orilla”.
Sin embargo, las remodelaciones que se venían efectuando en el puerto obligaron a trasladar la oferta de balnearios al otro lado del Muelle: a la playa del Postiguet.
Se considera que los Baños de Simó (que recibieron después el nombre de «la Esperanza»), fueron los primeros en ocupar un lugar en la playa. Algunos años antes, en 1858, se había inaugurado la línea de ferrocarril que conectaba Madrid con Alicante, trascendental para el desarrollo futuro del turismo, ya que al público de cercanías y del resto de la provincia iba a sumarse en mayor cantidad el de Madrid y provincias interiores.
Se ha podio documentar la existencia de varios balnearios en las décadas de 1860, 1870 y 1880: el aludido la Esperanza, la Confianza (antes Neptuno), la Alianza, Ferrocarril, el Madrileño, las Delicias, la Estrella, Nuevo Neptuno, Diana, Ferrándiz y Guillermo, Almirante, Florida y la Rosa.
Algunos de éstos solicitaron licencia para su permanencia, no tanto para su apertura durante todo el año sino para evitar costes de montaje y desmontaje.
En 1878 el periodista Moja Bolívar centraba su atención en algunos balnearios, describiendo un espectáculo jocoso: “por las muchas sotanas que, desde el balcón, veo en sus galerías. Llámase La Esperanza, que indudablemente, es la virtud teologal a propósito para el verano, porque sabido es que el que espera ya está fresco”. Después pasaba a ocuparse de la siguiente instalación: “llamada la Alianza , sin duda, por significar el pacto que hombres y mujeres celebran al reunirse en unas mismas aguas”.
Pero en 1890 se puso también en funcionamiento un proyecto que, en realidad, se convirtió en revulsivo para el aumento de los turistas madrileños: el “tren botijo”. Se trataba de añadir una posibilidad más barata de emprender viaje hacia Alicante en trenes especiales. El primer «botijo» recorrió las vías el 20 de agosto de 1893; el último en 1917. El viaje era lento y excesivamente caluroso. Por ello sus pasajeros se acostumbraron a combatir inclemencias con provisión de botijos.
Cada verano, se organizaban seis trenes “botijo”: de julio a septiembre. La llegada a la estación de los “botijistas” (recibidos por comisiones municipales y bandas de músicas) solía ser espectacular por la cantidad de ocupantes que bajaban de los vagones. Se calcula que mientras hubo de estos trenes visitaban Alicante alrededor de 30.000 bañistas cada verano.
Para acogerlos, se había llegado ya en 1900 a la cifra de once balnearios.
Una guía turística de ese año los mencionaba por el orden que ocupaban en la playa. De derecha a izquierda, según se miraba al mar, se alineaban: «La Esperanza, La Alianza, Diana, La Estrella, La Confianza, La Florida, La Rosa, Las Delicias, Baños de Guillermo, El Almirante y Baños de Madrid.»
Tenían portadas suntuosas que prestaron su perfil a numerosas postales con las que los clientes ponían al corriente de su llegada y estancia a los parientes lejanos; poseían accesos con barandas seguras y prometían interiores mucho más atrayentes que las antiguas casas de baño que les precedieron en el lado del puerto. Los balnearios ofrecieron un habitáculo donde despojarse de la ropa y ajustarse los bañadores de época, aunque no faltaban empleados de balnearios que aceptaban propinas de mirones malintencionados que se colaban en estancias contiguas con disimuladas mirillas por donde fisgonear las carnes de las clientas. Se bajaba luego por una escalerilla al agua y se ofertaban aparte, con fines terapéuticos, los baños de tina, baños de algas hervidas o simples baños de agua de mar caliente.
Como medida de ahorro existían abonos de nueve baños; no faltaban médicos (entre ellos Pascual Pérez, que llegó a publicar una obra en 1908 titulada Utilidad de los baños de mar) que aconsejaban la terapia bañista, muy aceptada en las creencia de la época para combatir la atonía, la anemia, el raquitismo, el remauntismo crónico o la dermatosis, entre otras dolencias.
Los chapuzones en el mar eran seguidos por espectadores que se concentraban en las balconadas más extremas. Todo un ritual, que comenzaba para el día de Corpus, al son de las campanas de San Nicolás, día en que, a modo de convocatoria, se decía aquello de “Poseu els Banys, Poseu els Banys”, que venía a ser como el pistoletazo de salida de la temporada.
En la segunda década del siglo XX, Francisco Figueras Pacheco los describía así: “Nuestros balnearios ofrecen el cuadro singularísimo de una airosa construcción, cuyo subsuelo es el mar, sobre el cual se extienden largos y elegantes salones formados por dos filas de cómodas casetas, que sendas galerías, a modo de balcones sobre las olas limitan exteriormente. Una breve escalera de ocho o diez peldaños, comunica el interior de cada casilla con el agua y permite a los bañistas bajar a ella con el menor número de molestias”.
Un caso especial fue el Diana. Permanente desde 1876, consiguió ser el más lujoso. Su promotora fue una comadrona conocida como la Campanera, casada con el campanero de la Iglesia de Santa María. La mujer cobraba cinco pesetas por asistencia. Debió ser una profesional solicitada y ahorradora, pues con la ayuda de una concesión ministerial, pudo levantar un balneario que se adentro en el mar ciento cincuenta metros. En 1919 acondicionó un restaurante en la parte final de la estructura. Por sus tarifas, el Diana no era apto para “botijistas”, que recalaban en el resto de balnearios más populares. Un alto porcentaje de los asiduos al Diana se hospedaba a poca distancia: en el Hotel Palas (antes denominado Simó). Además de la galera y el restaurante, el Diana ofrecía los tradicionales baños, así como venta de periódicos, postales y similares. Se alquilaban bañadores, toallas y salvavidas.
En agosto de 1938, varias bombas incendiarias destruyeron tres cuartas partes del balneario, quedando a salvo el restaurante. Tres días después se incendió lo que quedaba, cerrando una historia con muchos años de esplendor.
Como el Diana, otros balnearios quedaron destruidos, con sus restos y pilares de madera sobre la playa. La mayoría no reaparecieron ya, con lo que podía darse por culminada su etapa más memorable.
El turismo posterior vería renacer, todavía, los nombres de La Alianza y la Alambra, con fachadas distintas, hasta que en 1969 se optó por retirarlos.
En principio, iban a mantenerse los balnearios, beneficiarios de concesiones administrativas que caducaban en 1985, en el caso de La Alianza, y el 2015 en el caso de la Alhambra, pero la importante reforma del paseo de Gómiz cambió el rumbo de los acontecimientos al tiempo que surgían críticas al mantenimiento en pie de los balnearios.
La suerte estaba echada.
Cuatro millones de pesetas le costó al Ayuntamiento la expropiación; los gastos de demolición los asumía el municipio, mientras que a los propietarios se les permitía aprovechar los materiales retirados y se les respetaban los compromisos de sus restaurantes para las comuniones de mayo.
La imagen de los operarios retirando piezas de La Alianza y la Alhambra fue el punto final de una larga historia.
Una larga historia además , a la que bañistas, mirones y empleados ligaron, alguna vez en sus vidas, momentos inolvidables.

Una de las últimas imágenes de los balnearios, y muy curiosa por ser de las primeras a color. Podemos apreciar los últimos dos balnearios fijos, y el turismo que ya invade nuestro Postiguet desprendido de pudores y timideces, bañándose en el agua directamente, tostándose al sol y tomando refrescos en los chiringuitos. También es muy curioso observar el Raval Roig, el Cocó y la Sangueta, muy distintos a hoy en día.

Antigua postal tomada desde el Castillo de Santa Bárbara, donde podemos ver el antiguo arbolado del otrora frondoso Paseíto de Ramiro y hasta 9 balnearios en hilera.

info: Revista «El Salt», cedida amablemente por nuestro compañero Juan desde su web «El Mortero». Las 4 primeras imágenes que ilustran este reportaje proceden de las colecciones particulares de José Ferrandiz Lozano, Basilio Martinez y Carmen Santacruz, así como de los fondos gráficos y bibliográficos de la Biblioteca Gabriel Miró.

Puedes conocer la curiosa historia de Doña Violante y los Baños del Postiguet

Y también puedes ver dónde estuvieron localizados en nuestro Mapa de Panoramio